sexta-feira, maio 20, 2011

Quando um "limonero" faz história...

Correspondência entre o Prof. José Manuel Teixeira e Nicolás Buenaventura Vidal... a árvore que nunca deu limões!

                                                  árbol(a)


Estábamos en el Festival de Teatro de Almada, en Portugal, al lado de Lisboa. Me encontraba haciendo fila en la cafetería del festival, para recibir mi almuerzo, y un hombre se me acercó, me dijo: ¿Nicolás Buenaventura? Asentí. Y en un portugués lento, para que entendiera, agregó: Asistí a tu presentación aquí, en febrero y cuando vi que estabas programado te escribí una carta. Decidí traerla, a ver si te encontraba. Me dijo que la carta hablaba de un cuento que había contado ese día y de un limonero que tenía en su casa, luego se fue, el espectáculo al que tenía previsto asistir iba a comenzar.

Tomé mi almuerzo, me senté en una de las mesas y leí:

Almada 12.07.07
Nicolás

…compré la casa donde vivo hace 4 años. Es una casa que tiene cerca de 20 años. Cuando la compré también adquirí el jardín y los árboles. Es difícil para mí decir esto, compré los árboles. (La carta dice as ávores, las árboles, en portugués árbol es femenino, una lengua sabia).

¿Cómo se puede comprar y poseer un árbol? Un árbol es casi como un río, una estrella, una montaña, es posible que no se pueda comprar ni poseer un árbol. A pesar de ello seguimos diciendo eso: compré un árbol, ¡poseo un árbol! En el jardín que compré con la casa donde vivo existía un limonero pequeño, raquítico, lleno de plagas, prácticamente estéril. Desde el principio no me gustó aquel limonero. Pensé, ¿para qué quiero un limonero así, viejo, esquelético, lleno de plagas y encima estéril? El antiguo dueño de la casa me informó, hasta ahora solo dio un limón.

Pensé, voy a arrancarlo y a plantar en su lugar un nuevo limonero, saludable, bonito, que dé limones. Con todo, nunca cumplí ese propósito. En el primer año el limonero dio dos limones, en el segundo cinco, en el tercero ni uno. Quedé decepcionado. Cómo me puedes hacer una ofensa así. ¡Ni uno! Iba todo ¡tan bien! Pensé de nuevo en arrancarlo y sustituirlo. Con todo, nunca llevé a cabo aquella intención.

En febrero estuviste en Almada en el Encuentro Internacional de Narración Oral. Fui a ver tu espectáculo y los de los otros dos narradores en el Teatro Municipal de Almada (el teatro azul). Te escuché contar historias. Al final de tu espectáculo, respondiendo a una pregunta del público contaste esa historia…

… acerca de alguien que cuenta historias para cambiar el mundo.

Esto fue más o menos lo que percibí:

El Contador comenzó por tener 500 oyentes, después 300, luego 100. Iba todos los días a la plaza de su ciudad y… contaba, contaba, contaba… historias para cambiar el mundo.
Acabó por no tener a nadie que lo escuchara. Como nunca sería capaz de desistir de contar historias…
comenzó a hacer ese trabajo con los ojos cerrados, siempre con el mismo entusiasmo, sabiendo que probablemente nadie estaba disponible para escucharlo.
Ahora lo consideraban loco…
Un día vino una niña, lo vio, lo tocó en el brazo y le preguntó: ¿Por qué cuentas historias con los ojos cerrados para nadie? ¿No ves la plaza vacía?
Él le respondió: Cuento historias para cambiar el mundo.
Pero y ¿las personas? ¡Ni una!, insiste la niña.
El contador abrió los ojos, miró alrededor y respondió: Sí, es así, como tú dices, cuento historias para que el mundo no me cambie a mí.

Algunos días después le escribí a un amigo sobre tu espectáculo, la puerta de mi escritorio abre sobre el jardín y me deja ver el limonero, pensé: ¿Y si el limonero fuese ese contador de historias que está justamente en mi jardín (la plaza) contándome historias con los ojos cerrados (sin limones) para cambiar el mundo?

Fue como si se me abrieran los ojos. ¡Sólo ahora! Me llené de ternura hacia aquel limonero. Recordé la historia bíblica de la higuera estéril (Lc 13,6-9).

¿Al final, qué es lo que justifica la vida de un árbol como mi limonero? ¿Los frutos que da, las hojas, la sombra? ¿Un árbol merece vivir gracias a los frutos que da o… merece, (y necesita) vivir por todo lo que significa ser árbol?

Estoy feliz con mi contador de historias.

Gracias a este limonero nunca me olvidaré de cierto colombiano contador de historias.

José Manuel Leite Teixeira


Lloré. Pocas veces en la vida me han dicho inútil de manera tan extraordinaria.

            Desde entonces somos amigos, nos escribimos y, cuando viajo a Portugal, nos vemos, me da noticias de nuestro limonero.

Sem comentários: